Poniéndonos a reflexionar sobre cuales son algunas de las causas por las que nos resulta tan difícil realizar los cambios internos, encontramos la relación entre nuestras emociones y la forma en que nos enfrentamos a las diversas situaciones de la vida.
Por un lado pensemos en el apego invisible que tenemos a nuestras formas conocidas de funcionar.
La falsa seguridad que experimentamos ante lo que consideramos conocido es una de las principales causas de que nos resulte tan complicado cambiar.
Este apego a lo conocido potencia el miedo a cambiar. Nuestra propia ignorancia es la que potencia la inseguridad ante el cambio, ya que la vida es una continua transformación. Nos hace temer lo que estamos experimentando en todo momento .Cada segundo, cada milésima de segundo cambiamos. Nuestras células mueren y son sustituidas por otras constantemente, nuestra forma de pensar varía y evoluciona, la forma de ver las cosas también varía, nuestra edad aumenta cada instante, nuestra forma de vestir, etc.
Experimentamos una continua transformación, en todos los sentidos, en cada instante y no tenemos apenas control sobre él. Entonces, ¿no es un poco paradójico tener miedo al cambio?
La asociación anteriormente citada con el miedo a lo desconocido, que refuerza la resistencia al cambio, también es muy paradójica ya que ninguno sabemos lo que va a pasar en el próximo segundo.
Nunca hemos sabido lo que iba a pasar en el próximo instante de nuestra vida y sin embargo ¿estamos vivos, no? ¿Para que preocuparnos de algo que no podemos saber?
Confundimos el hecho de creer que conocemos la situación actual con el hecho de pensar que será igual a lo que hemos experimentado hasta ahora. Realmente desconocemos lo que ocurrirá en el instante siguiente, pero pensamos que si lo sabemos porque damos por hecho que será idéntico a lo anteriormente vivido.
Para enmascarar el miedo aparecen emociones como el orgullo o la irritabilidad que nos hacen pensar que la situación nueva será peor o más traumática, incluso hacen que afloren en nosotros sentimientos de crítica y negatividad hacia la persona que nos ha propuesto la nueva manera de ver las cosas.
Estas emociones pueden surgir inmediatamente o agazaparse en la sombra para aparecer después de forma sutil, pero muy efectiva, para boicotear el proceso de transformación.
Una herramienta muy efectiva para facilitar los procesos de cambio es trabajar el desapego.
Para ello es interesante reflexionar sobre la impermanencia.
Si te tomas un instante para pensar en lo que esta palabra significa entenderás que todo lo que nace, muere, todo lo que tiene un principio tiene un final; todo, absolutamente todo, es impermanente.
Todo esta sumido en un profundo cambio, las cosas que poseo hoy son distintas de las que poseeré mañana, en 100 años todos nosotros estaremos muertos, es ley de vida. En este caso, ¿no crees que es mejor aceptar el proceso? ¿No piensas que es más productivo dejar marchar lo viejo para que llegue lo nuevo?
¿Por qué tratar de aferrarse a una cosa de manera permanente e ir en contra de la naturaleza?
Esta actitud es la que más sufrimiento nos produce. (Piénsalo, todas las cosas que te hacen sufrir parten de un apego o una aversión a algo.)
Lo nuevo viene cargado de posibilidades renovadas. Lo que es seguro es que serán distintas de las que tenías.
El que sean positivas o negativas lo determinará tu actitud mental.
Si tus pensamientos y actitudes hacia lo nuevo son alegres y esperanzadores, materializarás esa realidad; mientras que si tu manera de pensar y actuar es negativa o pesimista obtendrás lo contrario.
La verdad es que todo depende de nuestra actitud.
La forma con que interpretamos la realidad es la que determina que la vivamos de una manera u otra.
En los procesos de cambio pasa lo mismo, podemos aceptarlos y aprovecharlos para crecer, madurar y ser más felices o podemos aferrarnos al sufrimiento que ya estamos experimentando y que por miedo a sufrir más no soltamos. ¿Crees que se puede sufrir más de lo que ya se sufre por no querer cambiar?
El hecho de que estés acostumbrado a cierto sufrimiento diario no deja de ser una gran carga que puedes transformar.
Un gran obstáculo a este proceso es pensar que cambiar te aportará más sufrimiento, cuando en realidad te libera de él.
Creemos que reconocer las cosas que hacemos mal es fuente de sufrimiento, cuando en verdad es la fuente de la felicidad.
El descubrir nuestros oscurecimientos y reconocerlos nos da la posibilidad de transformarlos.
¿Crees que es posible arreglar algo sino reconoces que está estropeado?
¿Conoces a alguien que sea perfecto?
Entonces, todos tenemos defectos, ¿verdad?
En ese caso, ¿que tiene de especial reconocer las cosas que hago mal?
Aceptar el hecho de que no soy perfecto potencia mi humildad y me libera de la pesada carga de aparentar una perfección que nunca he tenido.
Con humildad los procesos de cambio se aceptan rápida y armoniosamente.
La humildad es una de las fuentes de la felicidad.
En definitiva, los procesos de cambio, son una proyección de la vida misma. En relación me libero y transformo las emociones mas fácil resulta llevarlos a cabo, aprender y ser más feliz.
No hay más riesgo en aceptar el cambio que en confiar que al ir a dormir despertaré por la mañana.
Asier Alabarte Ventayol.
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