Caminando por la tierra, el enraizamiento.


¿Dónde tienes la cabeza? …., es como si no estuvieras aquí….., ¿A dónde te has ido?...

Estos y otros tantos comentarios semejantes los oímos y los decimos con frecuencia en nuestra vida, y muestran gráficamente lo que está ocurriendo. A menudo dejamos de estar presentes porque una parte de nuestra energía-conciencia se va de nuestro cuerpo, ya sea por pensamientos o porque no deseamos estar presentes ante lo que acontece en ese momento, por defensa.
Cuando este mecanismo se repite frecuentemente puede crear problemas de atención, de respuesta, de evasión ante las dificultades, exceso de actividad mental, tensión o dolor de espalda y cabeza, etc.
El cuerpo humano es además de órganos, músculos y demás, un sistema energético muy elaborado e interconectado del cual se nutre nuestro cuerpo y nuestra mente. Cuando el circuito de energía se bloquea, provoca inevitablemente consecuencias físicas, mentales y emocionales.

Los chakras iluminados

Lágrimas de paz

Sanándome a mi mismo

Todos hemos escuchado alguna vez que nuestra persona está formada por varios cuerpos distintos, el físico, el etérico, el astral, mental, causal, espiritual. Pero ¿hasta que punto somos conscientes de ello?
Pensemos en que nos ocurre un accidente y nos rompemos una pierna.
Nuestro cuerpo físico tiene una fractura, a nivel energético se crea una pelota de energía retenida y estancada en la zona afectada por la rotura. Es como un reflejo energético de lo que pasa en el cuerpo físico.
Automáticamente nuestro cuerpo mental se acelera y empiezan los pensamientos demoledores de frustración, rabia, dolor, culpabilidad, etc.…
El trauma sufrido y el que queda por pasar durante la recuperación determina cuanto nos afecta y nos condiciona para el futuro. (Cambiando nuestra forma de actuar en ciertas situaciones)

Los lazos energéticos del cambio

Poniéndonos a reflexionar sobre cuales son algunas de las causas por las que nos resulta tan difícil realizar los cambios internos, encontramos la relación entre nuestras emociones y la forma en que nos enfrentamos a las diversas situaciones de la vida.
Por un lado pensemos en el apego invisible que tenemos a nuestras formas conocidas de funcionar.
La falsa seguridad que experimentamos ante lo que consideramos conocido es una de las principales causas de que nos resulte tan complicado cambiar.
Este apego a lo conocido potencia el miedo a cambiar. Nuestra propia ignorancia es la que potencia la inseguridad ante el cambio, ya que la vida es una continua transformación. Nos hace temer lo que estamos experimentando en todo momento .Cada segundo, cada milésima de segundo cambiamos. Nuestras células mueren y son sustituidas por otras constantemente, nuestra forma de pensar varía y evoluciona, la forma de ver las cosas también varía, nuestra edad aumenta cada instante, nuestra forma de vestir, etc.

Bailando con el miedo

En la oscura noche de los tiempos, cuando los supervivientes temerosos por su vida, griten, corran y duden sobre el futuro de su existencia, aparecerá un niño que sintiendo su verdadera conexión con el universo y guiado por su inocencia mostrará que no hay nada de que preocuparse, que todos estamos a salvo.

La raíz del miedo es una concepción equivocada de “Ser” o “Yo” y el deseo de que las cosas sean permanentes.
De la sombra aparece un impulso indomable a retener las cosas deseadas y un creciente miedo a perderlas, como si de nuestra propia existencia se tratara.
Para terminar de endulzar el pastel y de forma paralela a lo anteriormente citado nos acompaña un permanente rechazo a lo no deseado, que refuerza la búsqueda desesperada de estímulos gratificantes y el temor a cambiar, por si lo que viene no me gusta.
Es el círculo sin principio ni fin, solo girar y girar.

El viento y la duda



En un caminar pausado, la luz del día transita por la montaña.
El viento cambia, se mueven las sombras, el caminar por la vida transcurre veloz, 
sin apreciar la sencilla belleza que nos rodea.

La sombra

El día galopa hacia su lecho mientras emerge la noche de su sueño.
Oh noche, tan temida, tan rechazada, tan ignorada.
Al mirarte profundo se ven las estrellas que nos orientan hacia nuestra honestidad.
¿Qué temer de ti, bendita noche?
Eres el lecho sagrado de la luz.
Eres la portadora del equilibrio.
Con tu presencia podemos crecer y realizar la luz de nuestro corazón.
     
                                                         (Poema del proceso, 15/02/10, Asier Alabarte)




Foto: Rarindra Prakarsa