Bailando con el miedo

En la oscura noche de los tiempos, cuando los supervivientes temerosos por su vida, griten, corran y duden sobre el futuro de su existencia, aparecerá un niño que sintiendo su verdadera conexión con el universo y guiado por su inocencia mostrará que no hay nada de que preocuparse, que todos estamos a salvo.

La raíz del miedo es una concepción equivocada de “Ser” o “Yo” y el deseo de que las cosas sean permanentes.
De la sombra aparece un impulso indomable a retener las cosas deseadas y un creciente miedo a perderlas, como si de nuestra propia existencia se tratara.
Para terminar de endulzar el pastel y de forma paralela a lo anteriormente citado nos acompaña un permanente rechazo a lo no deseado, que refuerza la búsqueda desesperada de estímulos gratificantes y el temor a cambiar, por si lo que viene no me gusta.
Es el círculo sin principio ni fin, solo girar y girar.

Los miedos son proyecciones mentales irreales. Al igual que los deshidratados y perdidos viajeros del desierto, vislumbran verdes y refrescantes oasis en medio de la abrasadora arena, proyectamos todas nuestras inseguridades a los cuatro vientos y las vivimos con la misma realidad e intensidad que los pobres infelices del desierto.
Ignorantes e inseguros, tenemos miedo a que nos ocurra algo malo en el futuro o que se repita algo doloroso del pasado.
Lo único real es el momento presente y en él estamos a salvo.
Permítete un suspiro de honestidad y humildad para mirar a los ojos a tus temores y entender con exactitud qué es lo que temes.
Es un delicioso momento para preguntar: ¿Es razonable tener este miedo? ¿Hay algo que pueda hacer para evitarlo o reducir las posibilidades de que aparezca?
Escuchando tu respuesta tienes la solución.
Si crees que puedes hacer algo al respecto, llévalo a la práctica y luego despreocúpate; si es poco o nada lo que puedes hacer, lo mejor es que lo aceptes y te despreocupes. ¿Para qué preocuparte si no puedes hacer nada al respecto?
¿Para qué preocuparte si ya has hecho todo lo posible?
Acéptalo y alégrate de vivir un día más.
Una mariposa mueve las alas en Japón y en Hawai aparece un tornado. Hasta las decisiones, aparentemente, más insignificantes de nuestra vida acarrean una consecuencia.
Investiga, reflexiona, entiende la ley de causa y efecto para comprender que todo acto acarrea una consecuencia en quien lo realiza y en el entorno que lo rodea.
Se hace duro aceptar que la mayoría de las experiencias no deseadas que nos ocurren son debidas a decisiones y acciones personales del pasado cercano o de un pasado que ni siquiera recordamos.
De la misma forma delicada y decidida con que la oruga se transforma en una exuberante mariposa, es hora de aceptar las cosas como vienen, responsabilizarse de lo que corresponde, evitar la preocupación excesiva y transformarnos.
En realidad es el universo el que nos permite vivir, porque ¿estás vivo, no? ¿Sabes cuantas veces podrías haber muerto a lo largo de tu vida? Y sin embargo sigues aquí. El universo te apoya.

En la oscura noche de los tiempos siento en mí un cálido y reconfortante rayo de luz que me muestra a mi niño interior diciéndome que no tengo nada de que preocuparme, que puedo recuperar mi inocencia y sentir la conexión con el universo.

Estoy a salvo...
Asier Alabarte Ventayol

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